Agosto y el teatro Fleta

Agosto y el teatro Fleta 150 150 Unión Vecinal Cesaraugusta

El mes de agosto da mucho de sí en Zaragoza: se puede aparcar sin problemas y reservar mesa en los pocos restaurantes que abren sus puertas; lo mismo que encontrar entradas para ir a cualquier sesión de cine o pasear a la búsqueda de rincones ignotos de la ciudad cuando afloja la canícula.

A lo que también anima esto último es a reflexionar y a hacerse preguntas. ¿Por qué? En el silencio de la ciudad semidesierta acechan y se hacen más evidentes los porqués, de la misma forma que se hacen más visibles las cicatrices urbanas. En la soledad de las calles vacías los minutos se estiran y los asuntos olvidados, como que piden paso reivindicando un poco de atención ciudadana.

Caminando por la Avenida de César Augusto cualquier día del mes de agosto estas sensaciones asaltan al paseante al contemplar, por ejemplo, lo que queda del antiguo Teatro Fleta. ¿Por qué? Como si de una fantasmal cacofonía se tratase, desde las entrañas del vetusto solar parecen escucharse estas pre- guntas: ¿Por qué nuestros gobernantes permiten que siga abierta esta cicatriz ciudadana?, ¿por qué no se preocupan de algo tan sencillo como cumplir con sus obligaciones que, entre otras, son las de cuidar y mantener los monumentos o edificios singulares que forman parte del patrimonio de todos?…

Pues bien, agosto, por qué no, es un buen mes para llamar la atención sobre esta céntrica y malograda ruina. Desde hace más de 25 años, la del Teatro Fleta es una historia de desencuentros y desinterés a la hora de tomar decisiones. Se redactaron varios proyectos para dotar a Zaragoza de un teatro con un aforo más amplio que nuestro magnífico Teatro Principal, pero todos siguen cogiendo polvo en distintos cajones.

Los amantes del ballet, la ópera y otros eventos culturales que demandan un contenedor cultural acorde a estos espectáculos se las prometían felices, pero ahí siguen, sufriendo en silencio de una soledad y ais- lamiento que tienen responsables: nuestros gobernantes, que no han sabido, podido o querido suturar semejante cicatriz urbana. Por desgracia, siempre parece que hay algo más urgente a lo que prestar atención. Para el Teatro Fleta nunca hay tiempo ni intención. Pues bien, si desde el ámbito público no se actúa habrá que pensar en encontrar soluciones de la mano de la iniciativa privada.

Como ciudadanos, estamos en la obligación de reaccionar, de hacer notar estas cosas. No se puede per- mitir que pase más tiempo con semejante inacción. Ya son varias las generaciones que pasan a diario por delante del cadáver y desconocen la identidad del difunto. Jóvenes que seguramente pensarán que ahí estuvo siempre y que no tienen muy claro a quién corresponde resucitarlo o enterrarlo definitiva- mente.

Esos zaragozanos también se merecen respuestas porque el Teatro Fleta nos pertenece a todos. Y nues- tros gobernantes, que para eso los elegimos, son los que tienen que ofrecerlas. Agosto es un buen mes para hacerse preguntas, pero también para contestarlas. Insistir en ello es una responsabilidad ciuda- dana, una más de las muchas que asumimos cada día.

José Luis Rivas
Presidente de Unión Vecinal Cesaraugusta

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