A vueltas con el consejo de la ciudad
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El Consejo de la Ciudad de Zaragoza se supone que es el foro idóneo donde planificar la estrategia urbana y los grandes proyectos. Esa fue su principal razón de ser cuando nació: contribuir a la toma de decisiones para mejorar la calidad de vida de los zaragozanos.
La última reunión del Consejo, celebrada el pasado 30 de enero, fue un buen ejemplo de que ese objetivo dista mucho de haberse alcanzado. Un tercio de sus miembros solicitó con tiempo una sesión extraordinaria con la finalidad de debatir y presentar alegaciones al presupuesto municipal de 2020.
Pues bien, esa convocatoria se concretó el ya referido 30 de enero por la tarde, de acuerdo a lo que marca el Reglamento en lo referente a plazos, cuando esa misma mañana habían sido debatidas, votadas y aprobadas las cuentas municipales de este año. ¿Qué sentido tenía la reunión unas horas después de su aprobación cuando de lo que se trataba era de hablar de la posibilidad de introducir modificaciones al presupuesto? Ninguno.
Los representantes que acudimos nos sentimos estafados, con la sensación de que aquella cita fue una auténtica pérdida de tiempo, en la que tuvimos que escuchar los mismos discursos que habíamos oído unas horas antes en el salón de plenos, eso los que permanecimos, ya que los que convocaron la reunión abandonaron la sala.
No es de extrañar que ante situaciones como esta, el funcionamiento del Consejo de Ciudad haya ido pasando por los siguientes estados de ánimo: de la ilusión inicial a la incertidumbre, para continuar con la decepción, el cabreo y la que prácticamente envuelve su funcionamiento desde el primer día que echó a andar: la indiferencia.
Todo eso se deja notar. Cada vez son más los representantes sociales y de entidades económicas y profesionales que no acuden, o que no han asistido desde el principio. Al final, el reparto de ´sillones` en el Consejo reproduce los debates del pleno municipal, un lugar donde nos vuelven a contar lo que ya se ha aprobado, o no, como sucedió el 30 de enero. Lo dicho, una pérdida de tiempo.
En el seno del Consejo los representantes sociales están en clara minoría, así que cuando se trata de votar alguna medida, siempre se visibilizan las mayorías del Consistorio. Es por ello que ni alrededor de los contenidos que se debaten, ni en su estructura ni en sus resoluciones, es un órgano que traduzca el sentir de la ciudadanía. Muy al contrario, su visión es cortoplacista y en su dinámica de funcionamiento no encaja la idea de compromisos de futuro.
La nueva Corporación surgida de las elecciones del pasado mes de mayo tiene ante sí el reto de intentar que esta situación cambie para que este instrumento participativo recupere la ilusión como bandera. Solo caben dos soluciones: darlo definitivamente por fallido y liquidarlo, o reformular sus objetivos, composición y cometidos para que verdaderamente cumpla con la función para la que fue creado. Lo que se decida, cuanto antes, porque lo que no tiene sentido es mantenerlo como hasta ahora.
José Luis Rivas
Presidente de la Unión Vecinal Cesaraugusta
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- Tribuna de opinión