Adecuación de los alrededores de San Ildefonso… y de toda la ciudad

Adecuación de los alrededores de San Ildefonso… y de toda la ciudad 400 276 Unión Vecinal Cesaraugusta

EL Ayuntamiento ha sacado a licitación el proyecto de reforma de la zona del entorno de la iglesia de Santiago (el Mayor), también llamada de San Ildefonso. Se pretende “regenerar” el barrio mejorando el pavimento, el mobiliario y el arbolado, además de renovar los servicios que se encuentren en mal estado. Incluye las calles César Augusto (solamente frente a la iglesia, para resaltarla y actuar conjuntamente con la plaza Salamero), Camón Aznar, Ramón y Cajal, Castrillo, Caballo, Pignatelli y plaza de San Lamberto.

Iglesia de Santiago el Mayor. 1958
Fuente: Zaragoza Antigua

Se pretende, según el Ayuntamiento, embellecer el barrio y mejorar la calidad de vida de los vecinos, intentando atajar los problemas de delincuencia (eufemismo de prostitución) y ocupación, aprovechando la futura reforma de la plaza Salamero. Parece una buena idea, aunque solo con esas medidas difícilmente se “regenerará” la zona, aunque sí ayudará. Serán necesarias otras medidas (de todo tipo) para poder “normalizar” la vida ciudadana del sector.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Hay que recordar que lo que hoy vemos fue el resultado del plan especial de reforma interior del sector de San Ildefonso del año 1975. En aquellos años, el tejido urbano tenía las mismas características que el del casco antiguo, rodeado por el sur de conventos y cuarteles sin ningún esquema urbanístico reconocible. La iglesia se encontraba en un ensanchamiento de la calle que acababa en una plazuela de pequeñas dimensiones, lo que la convertía en protagonista absoluto, produciendo una reacción próxima al asombro por sus grandes dimensiones (un recurso muy empleado antiguamente, incluidas las vistas desde las calles próximas). Pero la apertura de la avenida (al igual que cuando se abrió Conde de Aranda) produjo lo que se conoce como un “sventramento” del antiguo tejido urbano (uno de los más famosos se produjo en París cuando se abrieron las grandes avenidas). Desaparecieron calles y plazuelas. Entre ellas la plaza de San Lamberto, antigua plaza de la Cruz, que sigue igual hoy en día, aunque los edificios nuevos resultaron muy altos para la plaza; la empequeñecieron, le perdieron el respeto y la humillaron. También el edificio de la iglesia quedó a un lado de la avenida, un poco apartado y sin terminar sus torres. Hoy no queda nada del claustro y de la huerta, aunque aún se vislumbran restos. Cuando se reordenó la zona se volvió a quedar al margen de todo, no arrinconado, pero sí fuera del contexto en el que se edificó.También hay que recordar que las torres se completaron no hace mucho, una en los años 70 y la del arco hace pocos años.

Se planificaron dos plazas, la de Salamero, que se amplió, y otra colindante que daba frente a la iglesia, aunque nunca se materializó (y eso que se dibujó), con una perspectiva que la ponía en el primer plano, y que hoy parece que se quiere recuperar.

Volviendo al comienzo, la zona, y la ciudad, tienen que progresar, eso es evidente. La mejora de la escena urbana repercutirá de manera positiva en la vida de los ciudadanos. Pero no solo estas mejoras son suficientes. Hay que hacer más cosas para erradicar la delincuencia, entre otras. Porque, si es más agradable para sus vecinos actuales, será más deseable para la población en general, que siempre huye de entornos conflictivos.

El dichoso virus nos hace y nos hará desear mejores espacios urbanos, porque no sabemos si estaremos así unos meses o unos años. Pero algo va a cambiar, algo tiene que cambiar. Todas las grandes epidemias han traído cambios, bien en la anchura de las calles, en las condiciones de habitabilidad de las viviendas, incluso en la pérdida de decoración excesiva en interiores para evitar focos de suciedad… En cuanto a la vivienda, pronto veremos las propuestas de los promotores y de los arquitectos en las nuevas promociones, sean de nueva planta o de rehabilitación. Veremos qué espacios proponen. Pero a nivel de calle, también tiene que mejorar. Porque tenemos las ciudades más densas de toda Europa y porque somos el país donde más ascensores se instalan de todo el planeta. Porque necesitamos suficientes espacios públicos y que los servicios se encuentren próximos para evitar desplazamientos, porque echamos en falta el aire limpio, reduciendo en lo posible el tráfico rodado contaminante, y porque no tenemos contacto con lo natural.

Por eso, creemos que ninguna vivienda debería estar a más de 250 metros de un espacio verde, de un espacio tranquilo, de un espacio de calidad. Y si estos espacios se conectan con otros a través de recorridos arbolados, ajardinados y tranquilos, tendremos una ciudad mucho más “amigable” para los ciudadanos. Una ciudad en la que se “vea” la tierra, y no solo asfalto o baldosas. Por eso, la suma de plazas, desde la de San Miguel, pasando por la de Santa Engracia hasta llegar a la de Salamero, aunque queden alejadas unas de otras, también nos parece deseable.

Excavaciones para la construcción del aparcamiento subterráneo de la plaza de Miguel Salamero. 1969
Fuente: Zaragoza Antigua

Devolver la plaza de Salamero a la vida, recuperando en parte el uso antiguo, que casi nunca perdió (un mercado, un bazar, una zona de intercambio, un ágora a la postre) sería un buen comienzo para el proyecto de mejora de los espacios públicos en los alrededores de la parroquia de Santiago el Mayor, que nos parece un buen proyecto, así como el desarrollo del futuro plan especial de la zona de la calle Pignatelli, regenerando con ello pedazos de ciudad.

Esperemos que eso… no sea otra historia.

Constancio Navarro Lomba. Presidente de la Unión Vecinal Cesaraugusta.

1 comentario
  • josé luis

    no podemos estar más de acuerdo con lo escrito, llevamos años intentando que «alguien» se preocupe por el entorno de nuestra plaza, parece ser que por fin se observa un principio de movimiento, , hemos de confiar en que de una vez por todas, se acabará con el mercadeo de personas, explotación de mujeres para ejercer la mal llamada profesión más antigua del mundo. y permitir que nuestras familias puedan disfrutar de un entorno seguro y nuestro hijos y nietos jueguen sin ser espectadores de espectáculos nada edificantes.

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